Suelo radiante

Suelo radiante

¿Creías que era un invento muy moderno, eh? Pues no nos podemos atribuir el mérito los que vivimos en el presente, ¡si es que está (casi) todo inventado y mucho… por los romanos!

¿Creías que era un invento muy moderno, eh? Pues no nos podemos atribuir el mérito los que vivimos en el presente, ¡si es que está (casi) todo inventado y mucho… por los romanos. Este sistema de calefacción se llamaba Hipocausto era muy eficiente y seguro ­­­–recuerda que los romanos estaban obsesionados con los incendios– Consistía en un horno fuera de la estancia  donde se combustionaba madera. El calor desprendido por el horno se repartía por debajo del suelo de las estancias.

 

Curiosidades

¿Sabías que hace 2.000 años los romanos ya habían descubierto el 'Fast Food' y el 'Take Away'?


El fast food fue una costumbre surgida en una ciudad grande como Roma, a la que aterrorizaban los incendios. ¿Y qué tiene eso que ver? Pues que para minimizar el riesgo de incendios dentro de las casas, preferían comer fuera, bien en el restaurante o bien calentando la comida en pequeños hornillos más seguros.
Curiosidades

¡No vale ni la bula de Meco!


¿Has oído la frase “No vale ni la bula de Meco” para referirse a algo de lo que es imposible librarse de ninguna manera? Se debe a que los habitantes de Meco, en el siglo XV, recibieron una bula por la que podían saltarse el ayuno impuesto por el Papa, que por aquel entonces había que hacer todos los viernes del año y otros días establecidos. ¿Y a qué se debía esa excepción?
Curiosidades

Educación humanista y gratuita para todos


San Ignacio de Loyola (1491-1556) fundador, y primer general de la Compañía de Jesús, fue alumno de la universidad cisneriana. Pagó su estancia trabajando en el hospital de Antezana, como te hemos contado ya por ahí.
Curiosidades

¡Pleitos tengas y los ganes!


En el más antiguo sistema judicial romano (cuando Roma era solo una pequeña villa de agricultores y ganaderos) establecía un proceso llamado Legis Actione, por el cual las partes implicadas en un juicio debían pronunciar solo unas palabras determinadas por la ley y que no podían cambiarse, pues daban a estas el valor de fórmulas sagradas que no se podían alterar.