Eso debió pensar mucha gente ajena al mundo romano en aquel momento, y por eso se produjo la romanización, o sea, la adopción de la cultura y el modo de vida romanos por parte de la población no romana. Vale que al principio una parte importante había sido por imposición, pero hay que reconocer que si esta imposición triunfó y se consolidó fue gracias a la integración de las poblaciones locales de los lugares conquistados.
Una manera de buscar apoyos en la sociedades conquistadas era desarrollando una política urbanística, es decir, crear nuevas ciudades y desarrollar a los pueblos indígenas al modo romano. Este era claramente el objetivo que perseguían los romanos pero, si nos ponemos en la otra parte, ¿qué interés podría tener para los pobladores autóctonos el modo de vida romano? Lo cierto es que la ciudad romana ofrecía numerosas ventajas y comodidades a los que habitaban en ellas, y eso que en un principio no contaban con los privilegios añadidos que suponía la concesión de la ciudadanía romana. Complutum es un gran ejemplo para ilustrar todas las ventajas de la ciudad romana y, junto con el auge del Imperio, experimentará un fuerte crecimiento debido a su posición estratégica como cruce de caminos —o de calzadas, mejor dicho—