Sí, porque, entre otras cosas, también salían de esta región esparto y cáñamo para las cuerdas y lino para las velas. Pero, si le preguntáramos a alguno de los hombres que pasaban meses embarcados en condiciones infrahumanas, probablemente nos dirían que la aportación más valiosa que salía de estas tierras era el cereal, pero sobre todo, en forma de bizcochos y galletas. ¡Esta era la base de la dieta en alta mar!
Claro que, en honor a la verdad, hay que decir que cualquier parecido entre las riquísimas galletas de la actualidad y sus antepasadas, las ‘galletas de mar’, un pan insípido que se volvía duro como una piedra, sería casi pura coincidencia. Por cierto, que las actuales galletas tal como las conocemos se empezaron a elaborar en el siglo XIX, cuando las travesías de alta mar se redujeron en tiempo considerablemente gracias a las máquinas de vapor. Las fábricas que hacían las galletas de mar se vieron obligadas a reconvertirse y añadir ingredientes como cacao, azúcar, leche o mantequilla que hicieran atractivo el producto para otro tipo de consumidor, obviamente con el paladar más fino que el de los marineros y galeotes.
No sabemos si es casualidad o tuvo algo que ver esta tradición en la elección de Villarejo de Salvanés como sede, desde hace más de 50 años, de la empresa de galletas más importante de España.