Además de Cervantes, otros genios de la literatura como Francisco de Rojas Zorrilla con su obra “del Rey abajo ninguno”, o Lope de Vega en la archiconocida “Fuenteovejuna” plasmaron en sus obras esa actitud tan hidalga de David contra Goliat. Para entender de dónde nos vienen estas ínfulas tenemos que bucear en nuestro pasado hispano-romano, en concreto, en la forma en la que Roma administraba sus territorios. Este método de otorgar credenciales y tierras a las “gens” (tribus romanas), lo copiaron tal cual los visigodos, y lo desplegamos por toda la península ya como reinos cristianos durante los ocho siglos en los que se llevó a cabo la Reconquista, luego ¡es lógico que se nos haya quedado grabado en el ADN!
¿Del Rey de Patones, al Rey de España?
¿Del Rey de Patones, al Rey de España?
¿Qué país es este en el que un ciudadano particular se puede dirigir al Rey empleando ese mismo título para sí, y -lo que es más curioso- a sus conciudadanos no les extraña? Pues este país es España, donde la quintaesencia de ese pensamiento, que hoy creemos locura, la encarna a la perfección El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.